Santiago y su Camino serán siempre el mejor de los milagros jacobeos. Caminos que dejaron huellas, borradas quizás en las ocultas veredas o escondidas en los pliegues de la historia, en legajos polvorientos, en esas anotaciones vivas de quienes los recorrieron o en las aventuras de los peregrinos de ficción que culminaron su trayecto o que lo truncaron. Apóstol y Camino, pueblos y rutas, coinciden en la esperanza.